No es una casualidad que el bar esquinero de Joaquín Costa con Peu de la Creu, con ecos de 'dinner yanqui' y terraza, se llame Chula Vista. Para los que no estéis muy familiarizados con la geografía del continente americano; así se llama el primer municipio mexicano que hay al cruzar la frontera californiana de Estados Unidos. En realidad, el nombre es toda una declaración de intenciones y una gran pista. Efectivamente, aquí la cosa va de comida fronteriza. En concreto, de la californiana-mexicana. Antonio Luna, uno de los socios de este local y también de Taco Alto, nos cuenta cómo la diáspora mexicana de California ha creado una especie de nueva gastronomía, un híbrido culinario que fusiona la cocina de origen y la de destino y que está en constante evolución gracias a las segundas, terceras y sucesivas generaciones de migrantes. Escuchad ‘Bilingüe’ de Snow Tha Product y lo entenderéis todo.
Desgranemos la carta. Las quesadillas son de las grandes, como dicta el estilo norteño. Los burritos no se rellenan con arroz porque no son tex-mex, se rellenan con patatas fritas porque son ‘cali-mex’. Hay tacos y taquitos, que es como se llaman a las tortillas envueltas y fritas en California. Otro punto fuerte de la carta de sólidos son los bocadillos. Un par de ejemplos; el Pork Bun -con pan brioix, cochinita pibil, frijoles refritos, mayonesa chipotle, y cebolla encurtida- y el Sloppy Juan -la versión Chula del Sloppy Joe, con pan de brioix en vez de hot dog, chili de carne y frijoles, jalapeños, mayonesa y crema agria. La carta de líquidos es gloria bendita. Los responsables son los chicos de Two Schmucks. Ya sabéis, cócteles sublimes ‘on tap’. ¡Y ojo con las gaseosas caseras! La de mango lleva tamarindo y jalapeño, y la cola Chula, agua de jamaica infusionada. También ofrecen un abundante menú de mediodía por 15,8 euros.