Can Bo hace referencia a Francesc Cambó, una de las figuras políticas clave del catalanismo del siglo XX (para algunos, un gran político con ambiciones regeneracionistas; para otros, un personaje nefasto). Vale la pena saber que este restaurante, ubicado en el hotel Grand Central, pero con entrada independiente, se encuentra en la Casa Cambó, un edificio novecentista que fue la residencia privada del padre de la Liga Regionalista. Entrad en el vestíbulo y os sentiréis como en Chicago; el político encargó el edificio a Adolf Florensa tras una visita a la capital de Illinois, fascinado por la nueva arquitectura emergente después del gran incendio de 1871, racionalista y con jardines en las azoteas.
Sea como sea, donde no hay discusión posible, es en la excelencia de la cocina, a cargo del chef Lorenzo Cavazzoni, asesorado por Oliver Peña, chef Michelin de Teatro Kitchen Bar con una larga trayectoria bulliniana. Nos movemos en el terreno de las tapas de autor: Peña, un cocinero con un sexto sentido para el hedonismo fino, propone platillos entre lo clásico y lo de moda, con guiños a la cocina popular. Un buen ejemplo: un salpicón de pez limón que se apura con patatas chips, buenísimo, o una lengua de ternera con salsa verde y verduritas confitadas. En terreno caliente, valen mucho la pena unas albóndigas de ternera madurada, un puñetazo de sabor, o unos canelones asados con pollo, cerdo y sesos de ternera que aportan melosidad. Sí, también hay todo un repertorio más estándar —estamos en un hotel— pero Peña no olvida poner al alcance del turista un suquet de pescado en formato tapa. Cavazzoni le pone el alma del norte de Italia: unas alcachofas cacio e pepe o una presa ibérica con salsa tonnata que te hacen bailar la tarantela. No os olvidéis de subir a la azotea: lo haréis en el primer ascensor que hubo en Barcelona, y desemboca en una terraza con un jardín de Rubió i Tudurí.