1. Ambiente 'british' y 'latin' en el Bristol Café
Los expertos en el arte del té sabemos que es difícil encontrar un lugar en Barcelona donde te lo preparen como Dios manda: el agua hirviendo se vierte sobre las hierbas. Aquí, estad tranquilos, han heredado la sabiduría ancestral de los ingleses (si lo queréis con un toque de leche, os la servirán fría y aparte, ni siquiera hace falta que lo pidáis), y es que el café se inspira en el legado del Hotel Bristol de Mar del Plata, donde la gente pasaba las tardes tomando el té tal como se haría en Bristol, pero en Argentina. Además de una gran colección de tés y lattes, recogen la tradición argentina, ampliando su repertorio de pasteles: tienen especies tanto británicas como latinas y gran capacidad de inventiva (¿qué os parece un Cheesecake de pistachos?). Carrot Cake, Devil's Cake, alfajores de mil colores, pancakes, tostadas cargadas de azúcar o bowls saludables son algunos de los dulces que os podéis pedir si el brunch despierta vuestra niña interior más golosa.
Ahora, su amplia pastelería no se limita a la repostería y tienen toda una biblioteca de salados que poco tiene que envidiar a los azucarados. Los clásicos huevos benedictinos, croque madame y shakshuka se alternan con diversos bagels y ensaladas de salmón u otras maravillas. ¡El juego es su fuerte! Por eso, de vez en cuando, encontraréis algunas creaciones espontáneas, como podría ser un sándwich de milanesa con alioli o una hamburguesa con cheddar ahumado y mermelada de bacon. ¡Ah, y si tenéis ganas de marcha, maridadlos con unos mimosas o bellinis irresistibles! El ritual del té 'bristolense' de la cafetería se ha convertido en todo un festín después de haber dado la vuelta al mundo.
- Roger de Flor, 220
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