En la frontera entre Sants y Hostafrancs, la Bodega Floren es un bálsamo para el trabajador cansado: cuando la ves de lejos aunque no hayas estado, intuyes que dentro encontrarás un respiro. Va más allá: entrar induce a la meditación y a la calma. Supongo que ha influido que en una plaza de peatones el aragonés Florencio Ibarra declinara la oportunidad de tener terraza. Demasiado trabajo. Y quizá tiene razón, porque su trato con el parroquiano, exquisito, ya implica dejarse la piel. Solo encontraréis el mejor producto con DO a precios difíciles de creer: longaniza de Graus, cecina de León, morcilla de Burgos y un jamón excelente.
Time Out dice
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