San Antoni pedía a gritos una coctelería como el Bitter (con permiso del XIX Bar). Cuando la pisas, te viene a la cabeza aquello de "me exalta lo nuevo y me enamora lo viejo". Y es que Nacho, uno de los tres propietarios, viene de establecimientos como el Milano, el Caribbean y el Negroni, aquella vieja escuela coctelera el espíritu de la cual ha querido mantener en su Bitter, sin olvidar que a él, como le sucedía a Foix, le exalta una barbaridad lo nuevo.
Aquí no encontrareís coctelería molecular pero sí hierbas naturales (romero, tomillo, albahaca y lavanda son sus preferidas) en brebajes delicados y sugerentes, que se alejan de la coctelería clásica pero saben mantener las raíces y un respeto profundo a lo que representa. También hay cócteles con mezcal, señal inequívoca de que el Bitter está atento a las modas, y una carta que dice "hola, que tal?, desea ver la carta o prefiere que hablemos?". Y es que Nacho tiene en su interior uno de esos camareros de la vieja escuela que valen más por lo que callan que por lo que dicen, de aquellos que sólo te tienen que mirar para saber, antes que tú, qué quieres.
Todo ello, en un espacio que combina la sobriedad de las viejas coctelerías con la calidez de un mobiliario con toques nórdicos, muy actual. Con camisa blanca pero sin pajarita. Con seriedad pero sin rigidez. Con jazz pero no siempre. Con bocadillos gourmet pero sin cacahuetes. Y con ganas, muchas ganas.
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