Beirut 37

La Granja de Gavà, uno de los rincones más emblemáticos del Raval de toda la vida, estará siempre ligada a Terenci Moix. El escritor dice en su biografía que en 1942 nació en el edificio del local, ubicado en el número 37 del bullicioso calle de Joaquín Costa. La Granja de Gavà era una granja de toda la vida, que sobrevivió funcionando como bar y café, hasta que fue traspasada y reavivada in extremis.

Ahora La Granja de Gavà se llama Beirut 37, y su clientela es joven, internacional y algo bohemia. Ha mantenido el esqueleto de la Granja de Gavà, y ha añadido ornamentos marca de la casa, como muñecas desmembradas o un Jesucristo crucificado. Los nostálgicos ya pueden respirar tranquilos. La mítica figura de la Gorda, uno de los elementos característicos de la Granja de Gavà, está donde siempre, presidiendo la barra del local. Le han cambiado el color del vestido, de acuerdo, y la han salvado de un ataque de colesterol (ya no muestra la porción de pizza que antes tenía en la mano) pero sigue siendo la mítica Gorda. Hay que agradecer que no la hayan sustituida por un muñeco de Darth Vader.

La sala interior, rodeada de pared con piedra a la vista y con más penumbra que una cueva prehistórica, tiene mesillas, dispuestas de forma anárquica en la oscuridad. Llegan las bebidas. El Moscow Mule es pasable. El Bloody Mary, de guerrilla. Son cócteles ajustados a unos precios bastante razonables. Si sóis de paladar fino, mejor que pidáis una mediana bien fría o un gintónic y mañana será otro día. El Beirut 37 es la prueba de que los tiempos cambian, a pesar de nuestras reticencias. El Viejo Raval está dando paso al Nuevo Orden. Los bares de barrio son ahora bares posthipsters: una mezcla imposible de tradición, concesiones guiris, estilo canalla, espíritu internacional, coctelería autodidacta y reciclaje en estado puro. Me pregunto qué pensará en Terenci de todo esto.