Un proyecto ambicioso: ocupa dos plantas, que han convertido en comedores, y juega con una barra señorial a la entrada -larga y càlida-, que funciona como punto focal de un espacio hecho con materiales nuevos, madera noble y ladrillo antigua a la vista. Dos Ravales confluyen en este marco estético: el Raval portuario, presente en los ladrillos centenarios que ha respetado el arquitecto, y el Raval más turístico, detectable en cualquier rincón del local, ya que la clientela es mayoritariamente extranjera. Entro a ver qué pasa. El Beer'linale me recibe con 30 tiradores de cerveza artesana y una pizarra con todas las variedades detalladas. Me encanta la birra artesana, pero confieso que no sé, no conozco las marcas, no tengo paladar.
Afortunadamente, los camareros del local son atentos, rápidos y saben aconsejar. Me dejan probar el néctar que sale de una bomba de mano y les digo que me llenen el vaso. A mi compañera le ponen una rubia impecable.
Seguramente, los puristas encontrarán lagunas en el catálogo de cervezas, pero para los neófitos, que somos mayoría, los 30 tiradores y las más de 180 referencias en botella nos resultarán más que suficientes. Beer'linale apuesta por el producto europeo -danés, italiano, belga- y por la birra autóctona, y cuenta con un arsenal de tapas y platitos del todo indispensables para que no salgáis arrastrándoos como babosas.
Las bravas de la casa, hundidas en una montaña de salsa picante y alioli, se convierten en el cojín perfecto para una ingesta cervecera casual. Son de guerrilla, golpean duro, pican con rabia. Tampoco esperaba otra cosa: recetas clásicas, populares y muy superiores a la comida por avión que sirven al turista en otros lugares. Algunos dirán que el Beer'Linale es un local para guiris. Pues si todos los locales para guiris fueran de esta calidad y ofrecieran este servicio, Ciutat Vella tendría otra cara.
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