Las noches en Sants suelen ser tristes como la luz amarillenta de muchas calles. La oferta nocturna es escasa para alegría del vecindario más beato, que de noche duerme como si la vida fuera eso. En un entorno poblado de vermuts familiares sobresale la coctelería Okinawa.
Es un espacio minúsculo que sirve cócteles multicolores desde 2008. Hay sólo cinco mesas y puede costar encontrar sitio. Vale la pena sentarse en la barra, poner el teléfono a cargar y observar el barman en acción. Sirve para darse cuenta de las cucharadas de azúcar que llevan algunas copas. Lo importante es evitar fijar la mirada en la decoración espantosa, que incluye calaveras, flamencas y Mazinger Z. La sofisticación del Okinawa se la queda el nombre.
Pero es una coctelería donde no fallan los cócteles, que desde hace un año tienen un toque más tropical. Mojitos y daiquiris son lo que se lleva, se preparan con fruta fresca. Para los de gintónic también hay una docena de opciones. A pesar de las apariencias, Santos puede ser tropical. Así que atrévete a probar su Orgasmo Martini sin Martini: puerta Baileys, licor de banana y de cacao. O el mojito de mango y coco. Que la vida puede ser amarga.