Es una taberna? Es un bar? Es un café? Es un restaurante? Sencillamente es el Raval. Si hay un lugar emblemático en la parte alta del barrio, este es La Masia, un vórtice retro que hace tiempo abandonó el continuo espacio-tiempo para ocupar una dimensión única y personal. Con una identidad puramente catalana -l'estelada que hay en el fondo no enganya-, este negocio familiar hace años y años que alimenta a la gente del barrio y a los 'connaisseurs' que buscan un poco de autenticidad en el Raval. Los guiris también se dejan seducir por su atmósfera rústica de taberna catalana, les encanta encontrar un rincón impermeable a las modas y el diseño 'hipster'.
Pequeño, bullicioso, este espacio ha acompañado tres generaciones de la familia Pijoan y no parece aflojar, al contrario, las noches fuertes de la semana le resultará difícil encontrar mesa. La Masía está destinada a la eternidad ravalenca. Música jazz de fondo, partido de fútbol en la tele, conversaciones que se superponen ... Si hacéis una panorámica desde la barra, disfrutareís de lo que yo llamo decoración de taberna catalana: botas de vino, objetos acumulando polvo, horror vacui en las paredes, calendarios de señoras desnudas, escaparate con tapas expuestas ...
La Masía triunfa desde la negativa al cambio. Y esta terquedad la ha mantenido viva desde mediados del siglo XX hasta hoy. No hacen cócteles de autor: aquí se lleva una caña muy bien tirada, el vermut y el vino popular. Decididamente, no necesitan contratar a 'bartenders' con gafas de pasta ni a un diseñador escandinavo que les renueve el interiorismo: más de 60 años en la brecha en una de las calles más turbulentos de Ciutat Vella hacen que la piel se endurezca. Bienvenidos al Raval. El de toda la vida.