Dirigido a todos los camaradas que tengan el carné de afiliado al sindicato del vermut. Debéis saber que en las empinadas entrañas del Poble Sec comienzan a retumbar himnos revolucionarios. El terrible Stalin -de quien toman el nombre sin permiso- enviaría al peor gulag siberiano a los responsables de este antro de mala vida, más centrado en la buena costumbre de la farra sincera y canalla que en el adoctrinamiento de las masas. Los carteles de propaganda soviética de los muros proclaman la máxima: "Vermut y aceitunas como las de antes". Pero como la famélica legión siempre tiene hambre, la cartilla de racionamiento que hace de menú no conoce carestía, con platos bien elaborados y sustanciosos, perfectos para obreros que afrontan el largo turno de las noches del fin de semana.
Los vinos son pocos pero bien elegidos, y los cócteles -donde abunda el vodka, claro- se sustancian en un materialismo dialéctico sin florituras, tampoco en el precio. Estamos ante el Politburó que el barrio necesitaba, una asamblea espontánea y solidaria para ver el fútbol o disfrutar de música en directo los domingos mientras discutimos los planes quinquenales o la siguiente purga. Viva la revolución.