En el extrarradio de Gracia, en lo alto del Torrent de les Flors, hay una bodega centenaria que vale la pena visitar. En la entrada, el techo rojo con la barra a mano izquierda y las tinas oscurecidas del humo de tantas vidas, más adelante los comedores, con muebles de época y mesas de mármol, y la cocina al fondo, como manda la tradición.
A los fogones, Manolo inventa combinaciones ganadoras como los mejillones salteados con berenjena, las anarkobravas (patatas fritas con alioli de tinta de cefalópodo, 5 euros) o el pulpo con Parmentier de setas. Acierta con el bacalao con ajo y nos quedamos con las ganas de probar el filete con sobrasada, brie, berenjena y miel. También hacen tortas crujientes con arenque o foie gras.
Se pueden pedir medias raciones y reservar para grupos. Al mediodía tienen un menú de 13'50 euros, sencillo y bueno, con pescado del día de segundo, que siempre es de agradecer y no muy habitual de encontrar por los sitios.
El Bar Bodega Manolo es un local de los de toda la vida, y como que está fuera del circuito habitual, el ambiente es muy familiar y el ritmo más humano; eso no quiere decir que falte la juerga sino que todo pasa de manera diferente que en os bares de moda: que aquí hay más ritual que desazón, vaya.