Debereís atravesar la cervecería artesana Kaelderkold, ante la mítica tienda de pósters Verkerke. Al fondo del local, encontrará la coctelería Åbar, un espacio para disfrutar en petit comité, que os protegerá de la masa turística como si fueráis mosquitos prehistóricos en ámbar. Ámbar precisamente es el color predominante en la barra que conduce Cecilia Hakim, una 'bartender' experimentada y premiada que vive la profesión como una 'shokunin' de la mixología. ¿Su debilidad? Los whiskies.
Supera las 50 marcas y tiene botellas que harían aullar a los tiquismiquis de este destilado. Destacable también es su selección de rones y destilados del ágave. E incluso juega con cinco grifos de cervezas artesanas y una de sidra, que también utiliza para estimular su imaginación coctelera. Porqué en Åbar manda la creatividad.
Cecilia juega sin carta. Le tendréis explicar qué gustos tiene y qué veneno os pone más, y ella os fabricará un brebaje complejo, con jarabes artesanales y destilados de entidad. La idea es que cada visita sea una aventura nueva. Mi vaso es una fiesta de whisky escocés con cítricos, 'bitter' de chocolate y vibraciones picantes al final del trago. Las baldosas, la luz portuaria y la sensación de beber en una barra ilegal hacen el resto.