10 bares de Barcelona con historia

Al final de la carretera del Carmel existe esta esquina de piedra falsa ideal para hacer el vermut cuando hace solecito, y que fue el cuartel general del Pijoaparte de Juan Marsé. Tras recuperar fuerzas, siempre se puede dar un paseo por la calle de Mühlberg arriba hasta el puente desde donde se divisa toda Barcelona. Plan ideal para amigos extranjeros.

Bar de copas de la calle de Pujades, en Poblenou, pequeño y acogedor, con un saloncito interior de aires teatrales. Todo diseñado por Daniel Spinella, que no se ha cortado un pelo a la hora de apostar por un papel pintado bastante vistoso y una lámpara de lágrimas que parece sacada del comedor de la tía rica.

Este punto mítico de la calle de San Pau peligraba hace unos años, cuando su propietario vendió todo el edificio. Finalmente se salvó con la participación del Ayuntamiento y ahora los visitantes ya pueden hacer de Dalí, Picasso y Hemingway y beber absenta como ellos.

El bar de arriba del Hotel Vela ofrece una vista espectacular. Sobre todo es ideal a la hora de la puesta de sol. Más entrada la noche, se pasa de la música zen para contemplar el universo, a la más electrónica para viajar hacia él. No dejan entrar a niños.

Este bar de delante del Macba, junto con el Heliogàbal de Gràcia, es cita obligada para los que siguen la temporada poética de la ciudad. Meritxell Cucurella puso en marcha los recitales y Ferran Garcia y Josep Pedrals le cogieron el relevo. Está en buenas manos. Es la cantera de la poesía de Barcelona.

Bares gays hay muchos, pero hemos elegido este para mujeres que buscan mujeres. Está en la calle de Villarroel, entre Diputació y la Gran Vía, y se pueden ir a ver partidos del Barça sin escuchar a hombretones llamativos que insultan a los árbitros. Sirven comida hasta tarde.

Quién lo diría que tras esta entradita baja con una escalera, en la calle Verdaguer y Callís, se escondería un teatro con programación alternativa y un patio con un bar a la sombra de una vegetación poco disciplinada. Parece que estemos en Roma. Belleza decadente. Y una programación de primera.

Donde se coge el Funicular del Tibidabo, se encuentra este bar con vistas a la ciudad, un clásico que prueba que los pijos se saben cuidar. En la web dicen que es el 'place to be' de Barcelona. No lo sabemos, pero que se está muy bien hasta la madrugada, seguro.

El de la calle del Rec, como el otro clásico de los cócteles, el Boadas de la calle Tallers, tiene un inconveniente que puede acabar siendo una ventaja: el tamaño. Es tan pequeño que seguro que acabas hablando con la gente de al lado, aunque sea por disculparte cuando estás a punto de tirarles la copa.

El bar de gitanos de la plaça del Raspall se resistía a las reformas. Cuando el propietario se lo vendió fue un sinvivir. Suerte que se lo quedaron los del Ateneo Indepe de Gràcia y lo han conservado como era, con el añadido de servir una paella excelente. Para escuchar historias, sólo hay que prestar atención.