Nueve libros de vampiros que te helarán la sangre

¿Hartos de chupasangres bobos? Repasamos los vampiros literarios más malvados de la historia

Ricard Martín
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El personaje del vampiro es magnético, terrorífico, adictivo... y la literatura lo ha retratado mejor que nadie. Los fans de la literatura vampírica estamos de suerte. Si la saga 'Crepúsculo' os da asco y dentera, aquí tenéis esta lista de literatura donde los vampiros son, en definitiva, muy mala gente.

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Carmilla, de Sheridan Le Fanu (1871)

La primera obra de vampirismo lésbica de la historia fue pionera: es casi 25 años más antigua que Drácula. Esta 'novella' -más larga que un cuento, pero cortita- toca el tema sexual con la circunspección que esperaríamos de un libro del 1871, pero el subtexto sáfico -y muy calentito, cabe decirlo– está presente de una manera inequívoca. Ya se sabe que un vampiro femenino y lésbico y sin un duro que se quiere tirar a la hija del terrateniente suscita mucho más odio que un aristócrata europeo que llega a Londres para hacer un pelotazo inmobiliario.

Lestat el Vampiro, de Anne Rice (1985)

Los tres primeros volúmenes de 'Crónicas Vampíricas' de Anne Rice son extraordinarios. Aunque hoy sufrimos las consecuencias de su éxito en forma de las imbecilidades ñoñas de 'Crepúsculo' y sus derivados, Rice dio una transfusión de vitalidad a un género literario, a mediados de los ochenta, en horas bajas. En realidad, se puede decir que 'Lestat el Vampiro' es un híbrido delicioso de novela de formación dickensiana, terror gótico y picaresca.
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Soy Leyenda, de Richard Matheson (1954)

Con este libro, Richard Matheson demostró que además de ser un escritor de cuentos genial, era capaz de subvertir un subgénero con gran éxito artístico. Después de un apocalipsis vampírico por pandemia, Robert Neville, el último hombre vivo en la tierra, busca comida de día y se atrinchera en su apartamento de Los Ángeles por la noche. 'Soy Leyenda' tiene lectura 'beat' y contracultural: mientras los vampiros -podemos interpretar que son el Sistema- llaman a su puerta y lo quieren asimilar, él se aísla y combate la alienación a base de borracheras dignas de una juerga entre Kerouac y Bukowski.

30 Dias de Oscuridad, de Steve Niles y Ben Templesmith (2002)

Todo un hit que es tal vez la última gran aportación al arquetipo vampírico. El punto de partida de este cómic -un pueblecito de Alaska, donde una vez al año el sol se pone durante un mes, es invadido por una colonia de vampiros- sirve para establecer una tipología de chupasangres mucho más cercana a las fieras rabiosas y al canibalismo que los repugnantes teenagers emo de Stephenie Meyer. Da mucho miedo, porque los buenos actúan de una manera surrealista, y la historia avanza salpicando sangre y sombras. En su crueldad inhumana -el hombre como lobo del hombre- los vampiros vuelven de lo más malignamente humanos. 'To shit yourself downleg', si me permitís el inglés 'guachi'.
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Salem's Lot, de Stephen King (1975)

Ay, qué añoranza, cuando Stephen King escribía pequeñas -o grandes- obras maestras de la literatura de género. A parte del factor terrorífico, las primeras decenas de páginas de esta novela enganchan por la descripción que King hace de la vida en un pueblo de Nueva Inglaterra, de la compartimentación de las relaciones humanas que se establecen en el medio rural. La historia se embala cuando el Nosferatu de turno -granítica, omnipotente personificación del mal- compra la casa de la colina y comienza a infectarlos todos. King explicó que "la indescriptible obscenidad del libro" y su pesimismo tiene mucho que ver con la sensación de que la corrupción de la administración Nixon lo había invadido todo y había poco futuro por delante.

El Vampiro y La família del Vurdalak, d'Alekséi Tolstói (1839)

Tolstoi también hizo libros vampiros. Pero no hablo del autor de Anna Kareninna, sino de su primo segundo, Alekséi Tolstói. Y la cosa tiene miga: estos dos relatos vampíricos son la excepción en prosa en la obra del poeta y dramaturgo. En las dos, Tolstói se nutre del mito folclórico del 'Vurdalak', vampiro eslavo que entronca con las tradiciones de la europa del este referidas a los antepasados ​​que sufrieron una mala muerte. 'La familia del Vurdalak', que cuenta el asedio de un abuelo convertido en vampiro a su familia en la Rusia rural, aún hoy te los pone por corbata.
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El ejército de las sombras, de Simon Clark (1998)

Fans de los chupasangres, si encontráis este libro, hoy del todo descatalogado, comprad sin dudar. Simon Clark, fantástico autor de sci-fi y terror muy poco leído por ahí, propone una hibridación de Lovecraft, vampirismo y mitología europea explosiva. David Leppington es un joven que tras quedar huérfano, vuelve al pueblo de donde es originaria su familia, donde descubrirá que las catacumbas esconden secretos repugnantes. Clark da otra vuelta de tuerca a la figura vampírica despojándola de todo glamour y vinculándola a la mitología nórdica. 500 páginas que se tragan de un sorbo.

Predicador, de Garth Ennis y Steve Dillon (1995)

En este clásico contemporáneo del cómic, mezcla de western metafísico y ultraviolencia, Garth Ennis puso en primera línea la figura de Jesse Custer, un predicador que quiere partirle la cara a Dios por todo el daño que ha causado en la tierra. Pero la mejor creación es la figura de Cassidy, amigo del alma de Custer: un vampiro irlandés punk, adicto a la sangre, el alcohol y el humor negro. Cassidy está en las antípodas del vampiro satinado -de hecho, cada vez que se encuentra con uno de estos, le rompe la birra en la cabeza y lo humilla- y es muy humano: cargado de buenas intenciones, te acaba arruinando la vida. Ya lo decía el filósofo: es mucho más peligroso un imbécil que un malvado.
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La música de los vampiros, de Poppy Z. Brite (1992)

Poppy Z. Brite comenzó a incubar el arma de destrucción masiva que acabó desembocando en 'Crepúsculo': a parte de copiar el peinado, cogió los temas y la estética de Anne Rice -el vampiro en Nueva Orleans y el barrio latino, la absenta, la decadencia criolla, las ganas de exprimir la vida eternamente- y los llevó al extremo. Pero sus vampiros se diferencian de la patata hervida encarnada por Pattinson por su hedonismo extremo y una truculenta afición al sadomaso, 'sex, drugs and rock and roll', que en algunos momentos es estimulante y en otros hunde la trama en una afectación que te haría descojonarte si no fuera porque gana el aburrimiento.
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