Antoni Miralda, 2016
© Maria DiasAntoni Miralda
© Maria Dias

Miralda, de los Estados Unidos a Barcelona

El MACBA recupera la etapa norteamericana de Antoni Miralda con 'Miralda MADEINUSA', una muestra retrospectiva que se puede ver del 22 de octubre al 9 de abril de 2017

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La comida es un asunto casi sagrado para Antoni Miralda (Terrassa, 1942). Hace poco más de un año, coincidiendo con el Día Mundial de la Alimentación, inauguraba un altar en honor a Sant Stomak en una de las paradas de la Boquería. En un mercado –de joven, Miralda los recorría buscando inspiración–, lugar de paso lleno de olores y colores, topas con un monumento que invita a depositar ofrendas a la deidad. Resuenan las obsesiones que han marcado la trayectoria del artista, el ritual, la celebración, los alimentos, el espacio público, la participación, el kitsch, y al tiempo funciona como altavoz de Food Cultura, el laboratorio desde el que Miralda y los suyos exploran las implicaciones artísticas, sociales y económicas de la comida. "La materia es la fragilidad, la no permanencia, forma parte del día a día, y finalmente te das cuenta que tiene una dimensión comunicativa y permite establecer muchas conexiones", reflexiona el artista en el hall del MACBA.

‘Miralda en La Carraca’ (2014) © Nelson Garrido

En lugar de encerrarse en el aula, Miralda apostó por caminar y en 1972 se establecía en Nueva York después de unos años en París, donde se había iniciado en prácticas más que performáticas. "Todo salía del encuentro con situaciones que has deseado o has vivido, la fiesta del barrio, el solsticio... de repente, viajando, las cosas toman otra dimensión", sintetiza.

Y es aquí donde arranca Miralda Madeinusa, la muestra con la que el MACBA revisa, documenta y analiza la producción del artista hasta los años 90, poniendo el foco en las acciones más emblemáticas realizadas en Estados Unidos. El artista se dio a conocer con la Movable Fest, una carroza llena de alimentos cedidos por los vecinos que circuló por la Novena avenida de Nueva York en 1974, y con instalaciones como Breadline: las Rangerettes, el equipo de baile del 'college' de Kilgore (Texas) colaboraron apilando las barras de pan de molde de colores.

A mediados de los 80, puso manos a la obra en una obra ambiciosa y extensa en el tiempo, que emana actualidad. Honeymoon project consistía en la preparación y consecución de ceremonias que incluían con el enlace entre la Estatua de la Libertad de Nueva York y el monumento a Colón de Barcelona (parte del ajuar de la novia se exhibió en la Bienal de Venecia en 1990). Más tarde, haría Santa Comida, una instalación del fondo del Museo que se recupera para la ocasión en la Capella del MACBA.

‘Wheat & steak’ (1981) © D. White

El artista dice que la muestra comisariada por Vicente Todolí tiene aroma de retrospectiva: "Se reestudian obras y se documentan con cosas que no se habían ensamblado nunca, pero lo más interesante son los mensajes que transmites para restablecer el contacto con la juventud" . No se trata de sorprender con obras de hace tres décadas, que ahora están más que asumidas, según el artista, ni tampoco se pretende conseguir que el público experimente las vivencias que suscitaban sus espectáculos (la bajada del mantón Cordero del Apocalipsis del MNAC en el MACBA durante la fiesta mayor del Raval, lo que debía ser la obra más viva, no se llevará a cabo).

La muestra sirve para detectar las migajas que han dejado personajes como Miralda en generaciones de creadores que trabajan las conexiones entre arte y gastronomía. El de Terrassa quiere seguir dejando rastro. Ahora ultima una acción que inaugurará un centro de performance en Miami, y un libro de artista dedicado al Internacional Tapas Bar, todo sin perder el espíritu juguetón y crítico que ha caracterizado este pseudoantropólogo con aspecto de samurai. "La fiesta mayor existe, no tienes por qué reinventarla, y las estructuras están, lo que interesa es dialogar, si no vale más ir de viaje".
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‘El Internacional’ (1984-1986)  ©Pamela Duffy

Proyecto artístico y experimento social. Así definen Miralda y Montse Guillén el Internacional Tapas Bar, el local que hizo hervir el barrio de TriBeCa de Nueva York entre 1984 y 86. Siguiendo los pasos de Gordon Matta-Clark, que a los 70 regentó el espacio FOOD, este híbrido entre restaurante y galería de arte no pasaba desapercibido: el exterior estaba pintado con manchas de dálmatas y lo coronaba la tiara de la Estatua de la Libertad. En el interior, se sucedían salones de aires kitsch con pantallas donde se proyectaban los menús, a base de tapas españolas.
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