La exposición Marta Palau. Mis caminos son terrestres, en el Museu Tàpies del 27 de febrero al 17 de agosto, pone los ojos en la obra de la artista catalanomexicana Marta Palau (1934–2022) con un compendio de dibujos, pinturas e instalaciones textiles, así como objetos de su archivo personal. El exilio, la migración o la conexión con la tierra aparecen como temas centrales y porosos que se inscriben en su autobiografía y se filtran en lo colectivo hasta el presente.
Palau, exiliada en Tijuana en 1941, desarrolla un lenguaje lleno de simbolismo, donde la mano, el pie y el ojo se convierten en iconos recurrentes que evocan cosmologías arraigadas al cuerpo y a la naturaleza. Una espada de doble filo: la idea de la tierra, vinculada tanto al exilio como a la acogida, entendida como herida y como cicatriz; y la del cuerpo, que expresa el dolor del migrante y la pérdida, pero también la sanación y la capacidad de generar vida.
Obras destacadas como Cascada o Ilerda V abren un recorrido que pone en valor el vínculo de Palau con los tejidos. La exposición presenta también las Naualli —figuras femeninas de poder espiritual— y piezas como Doble muro o Nómadas II, que denuncian las heridas de la migración contemporánea.
Como si el mundo fuera un gran entramado de hilos, Palau entró en contacto con el textil en México a través de ciertas tradiciones ancestrales del continente americano, y volvió a conectarse con él mediante sus raíces campesinas en Albesa, en un viaje de retorno a su tierra natal.
El mundo es un pañuelo: el maestro Josep Grau-Garriga, que había colaborado con Tàpies y se había inspirado en él, le transmitió una manera de trabajar el tapiz más creativa y revolucionaria. Una coincidencia de nombres que desemboca en el Museu Tàpies, en una coproducción con el MUAC de México.