La galería Marc Domènech rebobina a los 60 y 70 para mostrar una cincuentena de trabajos en papel de Magda Bolumar. Fueron años en los que junto a su pareja, el escultor Moisés Villèlia, vivieron en París y Quito y eso trascendió a la producción de la artista. "En Europa hacía aguadas, y en Quito los colores ganaban intensidad", recuerda Bolumar. Vinculada al movimiento Dau al Set y la vanguardia catalana, rechaza la etiqueta de informalista que le colgaron sus contemporáneos, y defiende la inclinación por la armonía de líneas y el color, con los que recreaba figuras de insectos y sistemas oníricos, sobre papel o arpillera. "Yo no pienso, yo hago, y quedo tan integrada que acabo siendo el cuadro, la tela, el color... No concibo una vida sin color", remacha Bolumar, aún en activo.
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