Esta instalación de Lucía C. Pino, dentro del ciclo que investiga la agencia del objeto, violenta el espacio, lo tensa. Mancha el suelo del Nivel 0 y agujerea las dos paredes donde se soportan unos grandes tubos de metal que atraviesan la pieza en una especie de equis en cursiva. Restos de plásticos, látex y otros residuos. Un potente foco ilumina esta construcción que ocupa la parte central de la habitación y condiciona el recorrido. No la podemos rodear por completo. Si nos acercamos, unas placas metalizadas nos devuelven nuestro reflejo deforme -como este 'Torrent Echidna Attractor'- y parece que estamos en una sala de espejos.
El artista fuerza la naturaleza de los materiales con los que trabaja y los límites del mismo espacio donde se instala. Dicen que los objetos nos interpelan (en lenguaje publicitario, por ejemplo, nos piden ser comprados). El artista se centra en objetos de desecho -o, al menos, que no son necesariamente de deseo– y aumenta el poder escultural. Es una sensación hipnótica, en la búsqueda de significados. Ante esta obra que supera los preceptos del arte povera, sólo hay desasosiego.
En la entrada, antes de cruzar la cortina de plástico opaco que hace de puerta, encontrará un librito con el texto 'Principio de indiscernibilidad', de Duen Xara Sacchi, donde aparecen entre líneas algunas pistas más sobre la nueva materialidad.
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