Seguro que muchos os habréis preguntado de dónde viene esta moda a la afición por la fotografía. A esta obsesión que amigos (o nosotros, no mentiremos…) tienen por el ‘posar’; ya sean cuerpos, escenografía o cámara, para que la imagen quede casi como si la hubiera sacado un profesional. Si vais a la exposición ‘La cámara doméstica. La afición fotográfica en Cataluña (ca. 1880-1936)’, ¡lo descubriréis! Y es que esta manera ‘amateur’ de usar la cámara, entre artística y testimonial, se remonta a cuando las cámaras se empezaron a comercializar y a usar entre el promedio de la gente, a mediados del siglo XIX.
Familias apiladas mirando al objetivo, algún miembro realizando alguna tarea, unos grandes almacenes… encontraréis todo este tipo de fotografías colgadas en la exposición; una actividad que fue toda una tendencia, especialmente, entre la clase burguesa. Pero no solo se usó para plasmar la unión familiar y escenas cotidianas de la burguesía, o con fines comerciales. Los contrastes de la sociedad también reclamaron la atención del flash: niños en barcas, gitanos, obreros de excursión, conflictos, grandes eventos…
Sin ellas las vivencias felices e irrepetibles podían caer en el olvido. Este fue uno de los reclamos fotográficos que más hipnotizó a la población, y sigue haciéndolo. La exposición es, sin duda, un retrato de la fotografía que se hacía a lo largo de esos años, pero también un reflejo de la constelación de valores, costumbres y maneras de vivir de los ciudadanos que habitaron estas tierras un siglo atrás. ¡Conseguid vuestra entrada!
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