El ecosistema de las artes plásticas es uno de los más desagradecidos del mundo. Y en esta cadena de olvidos y despropósitos el rey no es el artista, el crítico o el coleccionista. No. El gran olvidado es el galerista. Quién pone, si no, el dinero, el local, y apuesta por acompañar a los creadores en su camino hacia quién sabe dónde?
Fernando Vijande (Barcelona, 1930-Madrid, 1986) era un barcelonés de casa bien que, a la edad de 41 años, decidió, sin prácticamente ningún conocimiento previo, lanzarse de cabeza al galerismo de arte contemporáneo. Y además en un Madrid que no se distinguía precisamente por las apuestas de vanguardia. Fue el primero, aquí, en pagar un sueldo mensual a los artistas. Pintores como Luis Gordillo se tenían que ganar el pan enseñando idiomas... Y en su aventura acertó: arriesgó con Gordillo, pero también con el videoarte de Antoni Muntadas. Y por escultores de estéticas tan dispares como Miquel Navarro, Susana Solano y Sergi Aguilar. Precisamente Aguilar es uno de los responsables de esta exposición homenaje, que tiene lugar en la Fundación Suñol porque Josep Suñol fue uno de los coleccionistas que nutrieron las dos iniciativas de Vijande: la galería Vandrés (1971-1981) y la Fernando Vijande ( 1981-1987). Desgraciadamente, Vijande murió de leucemia a los 56; pero esos quince años truncados sirvieron para internacionalizar el arte español contemporáneo y traer aquí, en persona, artistas como Warhol, Mapplethorpe, Kounellis...
La muestra ocupa todas las plantas de la Fundación Suñol. Se exhibe un cuadro de época de todos los artistas que tuvieron exposición individual; pero los que más frecuentaron a Vijande tienen, también, una obra actual. Son los casos de Gordillo, Navarro y Zush. Junto a las obras, pegados a la pared, recortes de prensa y fotos de los artistas y sus exposiciones.