Eric Lacombe

Eric Lacombe nos da la espalda

El dibujante de Lión expone en la galería Arte Vistas

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Hace unos años, visitando la colección permanente que solían tener en el tempo de Mies van der Rohe de Berlín, un retrato de Oskar Kokoschka me fulminó con la mirada, y os juro que fue igual que si Júpiter hubiera lanzado su rayo. Tal cual os lo explico. Sé poco de reacciones medulares, pero no creo que tuviera nada que ver con el aprieto que pasó Stendhal en la Basílica de la Santa Croce. A mi no me confundió un exceso de belleza concentrada, sino una sensación de terror asfixiante. Sólo la había experimentado un vez, de pequeño, cuando se me ocurrió leer 'El entierro prematuro' de Poe a una hora intempestiva de la noche.

Hoy he repetido la vivencia. Debe haber sido por la desconfianza que desde que vi 'El testamento del Doctor Mabuse' me producen los hombres que no dan la cara. Eric Lacombe  tiene la espalda ancha y la nuca rasurada. Es casi todo lo que os puedo decir. Cuando tenía siete u ocho años le gustaba dibujar las crías de rata calvas que de repente aparecían en un rincón del jardín de la casa de sus padres, y los pájaros moribundos que iban a expresar las últimas voluntades bajo su ventana. Esto me explica. "Siempre me he sentido atraído por el color negro -dice-. El negro de la noche, el negro que se impone cuando nos escondemos bajo una manta, el negro de los lugares oscuros... Me hace sentir seguro".

Él está en Lión, y yo en Barcelona. Le he pedido que me enviara una fotografía suya, para saber qué pinta tiene, y me ha respondido con la imagen que ilustra este texto. "No me gusta sentirme influenciado por la realidad del cuerpo, de una cabeza, de unos ojos o de una expresión -profesa-. Es mejor cuando te imaginas las cosas". Echando un vistazo al blog donde cuelga sus pinturas he sentido el primer escalofrío: rostros leprosos, esqueléticos, lacrados, con la piel del revés, los mofletes caídos y las encías descubiertas. "No creo que haya nada criminal -se justifica-. Son cosas que llevo dentro, y que he de sacar afuera, como cuando alguien va al psicólogo y habla para sentirse mejor. Yo hablo de esta manera". Es como si nos enseñara su alma en estado puro.

Quizá es esto lo que me pasó con aquel cuadro de Kokoschka. Más allá de aquella carne medio calcinada y los ojos ahogados había un grito de auxilio que intentaba salir. No lo había entendido hasta ahora. Es curioso como a veces necesitas una segunda impresión fuerte para deshacer el maleficio de la primera. Le pasó a James Stewart, en 'Vértigo', cuando al final fue capaz de sacar la cabeza al vacío. Y hoy me ha pasado a mí, revisando el catálogo de 'GA000', la exposición que Lacombe tiene en la galería ArteVistas. No respondo del impacto que os pueda producir. Para mí, ha sido una terapia muy eficaz.

GA000
ArteVistas
Hasta el 16 de junio

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