Entre muchas otras cosas, Picasso es una especie de figura paterna para los artistas que han llegado después. Abrió puertas creativas, descubrió nuevas sendas estéticas y temáticas; volvió a los clásicos y recuperó seres mitológicos y rituales ancestrales mientras se proyectaba en las vanguardias. Después de todo, Picasso, el artista más prolífico y polifacético del siglo XX, ha sido consagrado como un lugar común o punto de partida para varias generaciones. Como todos los padres se puede venerar, emular, honrar, criticar y, siguiendo Freud, también repudiar o, incluso, matar.
En 2014 el Museo Picasso acogió la exposición 'Post Picasso: reacciones contemporáneas', donde exploraba como el pintor ha sido fuente de inspiración para otros. 'En el nombre del padre' revisita de nuevo el legado picassiano a partir del trabajo de una decena de artistas que se enfrentan, indagan o cuestionan, a través de prácticas y lenguajes diversos, la herencia recibida.
Se trata de una muestra desigual que obliga a transitar por diferentes espacios del museo. De la marca Picasso, que resaltan Elo Vega y Rogelio López Cuenca, a la pintura de Miquel Barceló para el cartel de la última corrida celebrada en la Monumental, pasando por la obra 'Guernica. Picasso comunista', de Daniel G. Andújar, en la que se exponen los informes que el FBI elaboró cuando el artista se afilió al Partido Comunista. Como corolario, entre las salas de la colección, destaca el vídeo de la performance 'Compases, silencios y libertad' que la familia Morente ha realizado ante 'Las Meninas' del malagueño. El clan glosa y danza este prodigioso triángulo: "Con las manos de Velázquez, con los ojos de Picasso, con el cante de Morente...". No se puede imaginar un homenaje mejor.