Punk. Els seus rastres en l'art contemporani
©Cortesía de ProjecteSDPunk. Els seus rastres en l'art contemporani
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El punk se instala en el MACBA [FOTOGALERÍA]

La exposición 'Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo' reivindica la vigencia del movimiento y sus rastros en el arte contemporáneo

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El título ya lo advierte: 'Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo' no es una exposición historiográfica sobre el movimiento musical que explotó en los años 70 en Estados Unidos y el Reino Unido en medio de un convulso contexto político y social. "Al explorar sus rastros nos devuelve una imagen muy precisa del movimiento, como un reflejo en un espejo, tal vez más que si hiciéramos una exposición ideológicamente dedicada", explica David G. Torres, el comisario de la muestra producida por el Centro de Arte Dos de Mayo y que aterriza en el MACBA.

Artistas de los 70 y también actuales, de contextos tan alejados como México, Alemania, España y Estados Unidos recogen actitudes punk en sus obras. En el MACBA encontraréis evocaciones al ruido, la violencia, la alienación, la libertad sexual, la anarquía y el 'hazlo tu mismo'... El punk, pues, quizás no ha muerto sino que es un zombie que sigue cobrándose víctimas, como defiende el comisario.

Nofuture

En el hall del MACBA hay un coche plantado, sobre el que brillan unos luminosos con alusiones al futuro, a la falta de futuro que cantaban los Sex Pistols en 'God save the Queen'. La obra de Jordi Colomer ('Nofuture', 2006) también conecta con los sueños y las aspiraciones frustradas en diferentes episodios de la modernidad, de la comuna de París a las vanguardias y el dadaísmo, pasando por el situacionismo y la revolución hippie. La muestra, en este sentido, recupera el hilo de argumentos que recogen Greil Marcus en 'Rastros de carmín' (Anagrama) y Servando Rocha en 'Historia de un incendio' (La Felguera).

Autorretrato con ojo morado

"Al punk se le acusaba de violento, pero entonces hace suya aquella proclama de yo no soy violento, la violenta es la sociedad", apunta David G. Torres. En la muestra hay imágenes que remiten a la violencia: desde los ejercicios de Chris Burden, que en los años 70 en sus performances exploraba los peligros aplicados al cuerpo, hasta el retrato con el ojo morado de Jordi Mitjà. O el autorretrato de Jimmie Durham (2006). Después de una operación odontológica bebió vino, tal como le desaconsejaba el dentista, y la cara se le quedó así, llena de morados.

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Códice de la serie Artcagarro

El punk se extendió como la pólvora. "Es un movimiento que explota, tiene lugar en el contexto anglosajón pero enseguida se ramifica –dice el comisario–. La tesis es que esto ocurre porque el punk tiene lugar en medio de una industria cultural potente como es la música rock".

Y el punk llegó a España y a Cataluña. Son testigos los trabajos de formaciones como La Banda Trapera del Río, Ocaña y también Marcel·lí Antúnez, de quien la muestra recupera obras poco vistas, el 'Códice de la serie Artcagarro' (1992). La instalación es de una fuerza, color y obscenidad importante. Hay sexo, como en el trabajo de Antoni Hervàs, que recupera y reinterpreta el manuscrito de 'En busca del coño perdido', y la fotografía de Tracey Emin, una alusión directa a 'Prostitution', la exposición de COUM Transmissions en el ICA de Londres, en el momento de génesis del punk británico.

Biziak

En la exposición quizás no hay crestas ni imperdibles, pero sí hay ruido; para David G. Torres, éste proviene de las enseñanzas de Hugo Ball y Kurt Schwitters, vinculados al Cabaret Voltaire y el movimiento dadaísta. También hay alusiones a la sociedad del espectáculo, herencia directa del situacionista Guy Debord. 'Biziak' (2015), la instalación de Pepo Salazar que se pudo ver en la Bienal de Venecia, une de alguna manera estos dos universos; micrófonos que cuelgan y se arrastran y en uno de los extremos de este móvil ruidoso, lleno de cadenas, una peluca rubia que nos hace pensar en Warhol. Y de rebote, en Valerie Solanas y su agresión al artista pop.

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The beast

El catálogo de la muestra es una joyita. David G. Torres comenta la obra de Jean-Michel Basquiat, "un artista completo" que supo trasladar la violencia y la rabia que tenía lugar en los años 70 en el Soho de Nueva York a los lienzos, las paredes y el cine. El chirriar de dientes de su autorretrato está emparentado con el chirrido que evoca Greil Marcus en 'Rastros de carmín', tras escuchar a Johnny Rotten cantando 'Anarchy in the U.K' en uno de los últimos conciertos de los Sex Pistols.

Terremoto

Las actitudes del punk también se hacen presentes en la obra de Tere Recarens, 'Terremoto' (1996), una rotura de normas en toda regla. Cada uno de los objetos de esta preciosa instalación van cayendo y se desmenuzan al tiempo que el visitante cruza la pasarela de madera sobre la que se sustenta. Un equilibrio frágil como el de una sociedad anclada en la idea de fracaso que recogía Malcolm McLaren, citando a Beckett. "Mientras seguimos viviendo en una distopía que provoca individuos alienados y que genera situaciones que provocan incomodidad, estaremos", dice David G. Torres. El punk no ha muerto, añade, sino que es como un zombi...

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