Mientras Sergio Leone rodaba 'La muerte tenía un precio' en Almería, un joven Carlos Pérez Siquier deambulaba cámara en mano por la paupérrima barriada andaluza de La Chanca, no muy lejos de los escenarios del spaghetti western. Corría el 1965 y el fotógrafo hacía tiempo que se dedicaba a retratar la vida y los habitantes de este suburbio, que durante años encandiló a artistas de todo tipo y al que Juan Goytisolo dedicó un libro, censurado hasta los 80. Se trata de una fotografía humanista, influenciada por el cine neorrealista italiano. Las primeras imágenes de esta serie de finales de los 50, que dignifica la vida en las casas-cueva, son en un blanco y negro imponente. Con los años, seducido por la riqueza cromática del entorno, Pérez Siquier se pasa al color, y se convierte en un pionero mundial en este ámbito.
Del 1972 al 1980, contratado por el Ministerio de Información y Turismo, recorre el litoral mediterráneo a la caza de los primeros turistas que colonizan las playas y se desnudan al sol. Aparece un Pérez Siquier juguetón, ante las paradojas de un país que busca abrirse al mundo. De las vistas generales, pasa a impúdicos primeros planos sobre cuerpos semidesnudos. Un voyeurismo de regusto pop con derivadas groseras y kitsch. Esta amplia retrospectiva, con la que la Fundación MAPFRE despide de la Casa Garriga Nogués, se completa con reportajes más recientes, una producción cada vez más íntima y sosegada de uno de los grandes de la fotografía española.