"Si hay un edificio de Barcelona hecho a medida para acoger las esculturas de piedra de los mejores artistas contemporáneos, este debe ser La Pedrera". Penelope Curtis, comisaria de esta nueva exposición y exdirectora de la Tate Britain de Londres, lo tenía clarísimo. Por eso, cuando le pidieron que preparara una exposición sobre la escultora Barbara Hepworth en la Casa Milà, ella hizo una contrapropuesta que consistía en agrupar a los grandes creadores que trabajaron la piedra después de la Segunda Guerra Mundial bajo el mismo techo, cortesía de Antoni Gaudí.
El resultado es una muestra donde la luz que viene del Passeig de Gracia se cuela primero por los balcones y los ventanales de La Pedrera y, después, se desliza entre las curvas, los agujeros y las transparencias de las esculturas de su interior. Piezas de Hans Arp, Louise Bourgeois, Eduardo Chillida, Naum Gabo, Barbara Hepworth, Henry Moore, Isamu Noguchi y Jorge Oteiza nos enseñan cómo, a mediados del siglo XX, la piedra dejó de ser un material asociado al clasicismo y los valores occidentales para ser un campo de experimentación artística.
Estos artistas, en la década de 1960, concibieron la piedra como un espacio de libertad. A medida que conocían el material y recurrían a los tallistas profesionales, le llevaban al límite sus posibilidades. La muestra resalta la transparencia y brillo de la piedra que demuestran las obras de arte orgánicas y cristalinas, arquitectónicas y biomórficas. Hay piezas que evocan la roca, y otras, la montaña; algunos reproducen las formas onduladas blandas de hojas y animales, y otras, las formas verticales de las estructuras primarias. Todas agrupadas bajo el techo del edificio que encarna y homenajea al lugar de donde proviene este material.