Cualquier excusa es buena si tiene un mínimo de coherencia y está construida con materiales de primera. Y este es el caso, una muestra que nos cuenta la cultura griega clásica a través de la competitividad: desde los juegos infantiles hasta la guerra, pasando por el deporte, el teatro y la música, la relevancia social o los míticos trabajos de Heráclito.
¿Por qué es una delicia visitar esta exposición en CaixaForum? Enumeraré tres de entre múltiples razones. 1) La calidad de las piezas, especialmente la cerámica pintada, la orfebrería y algunos objetos cotidianos, en apariencia irrelevantes, como dados, cascos, fichas electorales que nos refleja en una sociedad de hace 2.500 años. No hemos cambiado mucho. 2) El afán didáctico de unas cartelas con el texto justo para darnos una lección de cómo se explica una pieza y su contexto, destinado a casi todos los públicos. Y 3) el diablo en los detalles, especialmente en el origen de muchas de las piezas expuestas.
Grecia como estado de espíritu vinculado a una lengua, una mitología, una recopilación de leyendas fundacionales como La Ilíada y la Odisea. Tan griega era Empúries como Atenas. Tan demócrata como machista y esclavista.
Muchas de las 172 obras que componen la exposición –estatuas, relieves, cerámica, terracota, joyas, monedas, instrumentos musicales y máscaras, entre otros objetos, que provienen de los fondos del British Museum– contienen detalles que os harán pegar la nariz a la vitrina. Hay piezas que, de tan pequeñas, es mejor admirarlas en el catálogo, y otras, como un friso del mausoleo de Halicarnaso –restaurado para la ocasión, en su primer viaje fuera del British–, nos abordarán con una violencia inusitada. Y entre deportes olímpicos, juegos de niños, batallas, recitales de poesía y afanes hercúleos aún tendremos tiempo para confirmar hasta qué punto era competitiva la cultura que inventó la belleza.