La playa de Castell empezó a ser conocida durante la primera mitad de los 90, cuando las movilizaciones de los vecinos y vecinas de Palamós hicieron posible mantenerla libre de urbanizaciones. Desde entonces se ha convertido en una de las últimas playas extensas vírgenes de la Costa Brava. Con forma de media luna rodeada de bosques y campos de cultivo, y con la desembocadura de una riera justo en medio, esta playa permanece tal y como la vieron nuestros abuelos. El arenero tiene una longitud de 375 metros por unos cuarenta de anchura y, el hecho de encararse directamente hacia el sur, le proporciona una buena protección contra los vientos dominantes a la zona. La playa es ideal para los niños, puesto que la pendiente de entrada en el mar es poco pronunciada y el fondo marino es de arena.
¿Cómo se llega a la playa de Castell?
Si antes de hacer la zambullida queréis hacer un paseo tranquilo por la zona, podéis llegar andando a la playa por el camino de ronda que une Palamós y Calella de Palafrugell. Si preferís ir directamente al agua, también se puede llegar en coche y dejarlo al parking de 200 metros que hay disponible justo al lado y que es de pago en verano.
Servicios que ofrece la playa de Castell
La playa tiene váteres químicos, servicio de alquiler de hamacas y parasoles, y pasarelas de acceso para personas con movilidad reducida. Además, dispone de un servicio de alquiler de kayak para poder disfrutar de un recorrido por los lugares menos habitados de la Costa Brava y descubrir los rincones más secretos.
Siguiendo el camino de ronda: Restos históricos y una cala escondida
Grande parte del camino de ronda de la Costa Brava cuenta con restos de yacimientos de los Íberos, interesantes de visitar durante la paseada. Concretamente yendo hacia la playa de Castell, en lo alto de uno de los salientes rocosos que protege el arenal por el norte, se conservan las estructuras restauradas de un antiguo poblado ibérico del siglo VI a C que merece la pena investigar.
Continuando por el camino que conduce a este yacimiento se llega a la pequeña y bonita cala de la Foradada, con unas aguas transparentes que la hacen especialmente recomendada para hacer submarinismo.