Escrita y dirigida por: Denise Despeyroux. Intérpretes: Agustín Bellusci, Fernando Nigro, Font García, Sara Torres, Huichi Chiu, Carmela Lloret, Joan Carles Suau, Vanesa Rasero y Juan Vinuesa.
A Denise Despeyroux le va la marcha. Si algo está demostrando esta creadora escénica de origen uruguayo en sus últimos trabajos es que no le da ningún miedo meterse en tremendos jardines teatrales de los que suele salir airosa. Recordemos sólo dos trabajos inmediatamente anteriores a esta 'Carne viva'. Con la gran Fernanda Orazi la lio en 'La realidad', ideando una conversación entre dos hermanas gemelas interpretadas por la misma actriz, una en carne y hueso y otra en proyección de vídeo. Un obrón. Y luego escribió una historia de amor imposible en el barrio Usera para ser escuchada en una app de teatro sonoro ('Storywalker', muy recomendable, por cierto). Y ahora, ha ocupado las tres salas de La pensión de las pulgas haciendo que sucedan tres escenas al mismo tiempo con el público repartido en tres grupos. Lo más curioso es que, según el grupo que te toque, ves la función en un orden distinto. Y al final, tienes la sensación de haber visto la historia completa igualmente. Todo un prodigio compositivo hilado con precisión de relojero.
'Carne viva' pone en escena una historia multigénero que se ubica en una comisaría de policía cualquiera, una comisaría española donde, por culpa de los recortes presupuestarios, los inspectores y el comisario comparten despacho y alquilan salas a hipnólogos y profesoras de baile para afrontar los gastos. Los agentes, además, se ven obligados a hacer seguimientos en bici. Es el típico disparate expresionista que retrata un país, a lo Valle-Inclán. Teatro político, comedia de situación y hasta vodevil. Incluso tiene en ocasiones un punto de telenovela con sus tramas familiares de sorprendente desenlace. Y además, la trama que sustenta toda la obra, Agatha Christie y Hitchcock mediante, pone un cadáver en el centro de atención. Y todo ello, rizando el rizo, se cuece en un enredo tragicómico en la mejor tradición de nuestro teatro barroco. Es, en definitiva, una maravilla salida de una mente privilegiada que ejecutan nueve actores y actrices brillantes.
Porque sí, están todos muy bien. Los primeros trazos de cada personaje son toscos y parece que se van a quedar en mera parodia de arquetipos sin relieve, pero sutilmente, a medida que avanza la historia, los detalles los van dotando de una verdad y una entidad, por disparatados que parezcan. Es una obra coral en el sentido más estricto del término, y cada uno de los intérpretes tiene su momento de lucimiento. Es difícil destacar a alguno por encima del resto, objetivamente hablando. Pero en mi caso y desde mi subjetividad, me divertí mucho con el Inspector Bermúdez (Fernando Nigro), con Mía (impresionante Carmela Lloret) y con los hipnólogos Vanesa Rasero (Elvira Campoamor) y Mario Caballero (Juan Vinuesa). Podría aportar más detalles, pero es mejor que cada espectador los disfrute a su manera, a estos y a los demás, en carne propia, en carne viva. Siempre es una experiencia ir a ver teatro en La pensión de las pulgas, y en este caso más, porque Denise Despeyroux ha sabido sacarle todo el jugo a la naturaleza de este particular espacio escénico, único en España.