Hay bares que han sobrevivido al paso de los años, cuyas paredes han visto pasar varias generaciones de madrileños y aun así conservan intacto ese aire añejo y familiar que nos sique cautivando. Son bares castizos; otros que no, pero que todos conocemos; lugares donde todos hemos pasado a tomar unas cañas o salir de fiesta; verdaderos templos que forman parte de la historia de la ciudad. Desde aquí no podemos hacer más que reivindicar su buen hacer y su hábil supervivencia contra viento y marea. Visitad estos bares míticos de Madrid e impregnaos de su ambiente, seguro que volveréis.
Famoso por ser el lugar de nacimiento del Partido Socialista Español en 1879, este legendario bar con sus frontales de madera merece la pena ser visitado no solo por su historia, sino también para probar su especialidad: las croquetas y tajadas de bacalao.
De los bares más míticos de Madrid. Si consigues pasar de la puerta, pide una caña o una sidra y maravíllate ante las considerables tapas que te pondrán con ella. Patatas bravas, jamón serrano, tortilla… gratis claro. Y con cada ronda varía y aumenta. El bar es algo ruidoso y siempre hasta los topes pero vale la pena adentrase por el tamaño de esas tapas.
Un clásico a la hora del aperitivo y cuando cae la tarde. Mucha solera rezuman sus estanterías repletas de botellas de cerveza cubiertas de polvo. Las cañas son siempre dobles pero es fácil bajarlas con alguna ración de su atractiva carta. Su tortilla de patata hace honor a su fama.
Otro clásico de Madrid. Con unos azulejos espectaculares en el exterior y filas de botellas de cerveza llenas de polvo en su interior, La Dolores lleva sirviendo cañas bien frescas desde los años 20. Hay una pequeña lista de tapas, que están buenas aunque algo caras. Sus especialidades: los ahumados, las anchoas y la mojama.
Se ha mantenido casi igual durante el último siglo, sencillo pero espacioso, luminoso y con una gran barra. Este bar mítico de Madrid sirve buenos pinchos y es un sitio perfecto para tomar algo después de visitar La Almudena o el Palacio Real.
Céntrico, y por tanto, claro anzuelo de turistas buscando experiencias castizas, este local (taberna y restaurante) es una institución madrileña. Abierto desde 1827 -tienen hasta un libro con la historia del lugar-, conserva su barra de zinc y es un abigarrado museo de iconografía nacional.
No es un sitio bonito pero es la parada post-Rastro más popular. Sus especialidades incluyen, cómo no, caracoles en salsa, codillo de jamón y zarajos, un clásico de Madrid. De los que nunca fallan si te gustan las tabernas con carácter y comidas de las de antes.
Es, sin ninguna duda, uno de los bares míticos de Madrid para probar uno de nuestros manjares insignia: el bocata de calamares (pídelo acompañado de una caña bien fría, aunque sea invierno). Por su ubicación, cerca de la Estación de Atocha, esta cervecería, que se mantiene prácticamente igual desde su apertura, es punto de encuentro tanto de madrileños como de visitantes.
Quedaba poco para que terminara la década de los 80 cuando la Sala Siroco dio sus primeros pasos sin saber que casi cuarenta años después habría logrado convertirse en una de las salas de música en vivo más respetadas y queridas de Madrid. Con la calidad de los conciertos que programan como seña de identidad, la experiencia que le han dado los años y con un ojo puesto en lo que está por venir, puede presumir también de ser uno de los locales más versátiles en lo que a propuesta cultural se refiere.
Llevan desde 1979 programando conciertos en el corazón de Madrid, a un pasito de la Gran Vía; poniendo banda sonora a las noches de varias generaciones. De icono en la Movida madrileña a referente de la música en vivo de esta ciudad, por el escenario de la Sala El Sol han pasado grandes artistas nacionales e internacionales, así como otros que empezaban su camino. Aquí, además, las noches de los fines de semana tienen la bendita costumbre de alargarse hasta el amanecer gracias a sus sesiones de clubbing.
Local imprescindible en el circuito de la música en vivo de Madrid, meca de la canción de autor, el Café Libertad 8 es refugio para amantes de la cultura, para quienes gustan de descubrir nuevas voces o propuestas artísticas o quienes desean empaparse de sus artistas preferidos de una manera más íntima. Por su escenario han pasado nombres como Marwan, Andrés Suárez, Amaral, Rosana, Jorge Drexler, Pedro Guerra… y cada semana dan sus primeros pasos nuevos artistas.
El Toni2 piano bar es de esos locales que se han ganado un hueco preferente en la noche madrileña. No es solo porque con su dilatado horario contribuya a agrandar la leyenda de una ciudad que siempre ha sido territorio de noctámbulos y apasionados de la fiesta, es que, además, en torno a su piano se han vivido momentos para el recuerdo. Y es que, podemos decir sin miedo a equivocarnos que, aunque le salga competencia, no hay un piano más famoso ni más mítico (y más largo, de paso) en todo Madrid que el de este bar.
Es una de las viejas glorias de la capital. Tal es la solera de este bar y sala de conciertos y lo que ha aportado a lo largo de los años a la promoción de la música que el Ayuntamiento de Madrid decidió colocar en su fachada una placa conmemorativa. Y es que, no es para menos, si tenemos en cuenta que lleva desde 1979 programando buena música en directo y sirviendo tragos con los que regar horas y horas de fiesta.
Hay que fijarse bien para que no nos pase desapercibido. El Penta, con su fachada sobria y un par de letreros indicando su presencia, no es muy de llamar la atención. No obstante, este bar mítico de Madrid lleva décadas levantando su persiana en Malasaña, en el punto exacto en el que se encuentran las calles de la Palma y la Corredera Alta de San Pablo. Es lugar de paso obligado si se quiere respirar algo de la atmósfera que se vivió durante la Movida Madrileña y tomar una copa mientras escuchas los temas que pusieron banda sonora a la década de los 80.
Es de los bares míticos de Madrid que han contribuido a dar forma a la noche de esta ciudad durante los últimos años. El TupperWare, con sus sonidos pop, rock e indie que salen de las sesiones que se marcan sus DJs en su cabina y con esa decoración kitsch tan suya y tan característica, abre sus puertas cada noche en Malasaña. Gusta su propuesta musical, su ambiente invita a entrar y siempre hace gracia el ir descubriendo objetos e imágenes de los 80 que, a priori, no esperarías encontrarte en un bar.
La Sala Morocco es de esos lugares de la noche madrileña a los que uno acude sabiendo que siempre va a encontrar buen ambiente y sesiones de estilos musicales bien definidos. Sin trampa ni cartón. Van cambiando y van anunciando lo que está por venir para que quien los visite sepa que esa noche se baila a ritmo de pop, a la siguiente siguiendo los temas del indie electrónico del momento y así según se vaya terciando.
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